Alrededor de 150 personas acompañaron al equipo del Seminario en el día de puesta en marcha del nuevo curso. Actualmente siete seminaristas se encuentran en el proceso de formación: cinco de ellos en la etapa de síntesis vocacional (3ª fase) David Abrahán Garrido, Marco Antonio Muñoz, Mario Díaz, Gorka Campos y Juan Reyero y dos en la etapa de configuración (2ª fase) Gaizka Egaña y Patxo Ateca. El equipo formativo lo componen el rector, Ignacio Fernández, junto con Miguel Vera, director de estudios y Manu de las Fuentes, director espiritual.
Puertas abiertas
Este curso, el Seminario tendrá jornadas de puertas abiertas todos los primeros jueves de mes (o el siguiente si el primero es festivo), a las 19:30 (Misa y Adoración Eucarística). La primera de ellas, será este próximo jueves, 5 de octubre. Las siguientes, el 2 de noviembre, 14 de diciembre, 11 de enero, 1 de febrero, 7 de marzo, 11 de abril, 28 de abril (especial por coincidir con la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones) y 6 de junio.
Mantener la esperanza
En su homilía, el obispo señaló que la clave de nuestro seminario es trabajar unidos a Cristo. “Siempre hay razones para la duda, para el desencanto, para la ironía, para el cinismo. Son razones que justifican la parálisis. Y ¿este qué me va a decir? Pero si revisamos nuestra vida, encontraremos muchos motivos para creer y mantener la esperanza”.
También abogó por el encuentro “Los encuentros humanos significativos son siempre de persona a persona. Trabajamos en grupos, nos reunimos en grupos, pero lo que nos marca es una persona, lo que alguien dijo, lo que alguien hizo y me hizo pensar, alguien, una persona, cuya amistad, o paciencia, con esta cualidad que dejó huella en mí. Seguro que son más de uno, pero el impacto es siempre de uno en uno, el resultado de un encuentro personal”.
Pidió que no se minusvalore la importancia de encontrarnos con una persona o de compartir una conversación. “Los encuentros de Jesús son épicos: el de la samaritana, con el ciego de nacimiento, con la mujer pecadora, con el buen ladrón, con cada uno de los enfermos que llegan a pedir por su salud… Cristo es una persona compleja y ese es parte de su atractivo: es humilde y fuerte a la vez, es paciente e impaciente, es sencillo pero difícil de etiquetar, es manso pero también contundente, es misericordia y es juicio. A veces calla como cordero y a veces hace saltar por los aires las mesas de los cambistas. No es fácil caracterizarlo, pero una cosa es indudable: Jesús tenía eso que podríamos llamar ‘carisma’, que es fuerza en la mirada y palabra que enganchaba”.