Tras 10 años en Ecuador, en los que ha sido párroco en la iglesia de la Transfiguración, a su regreso a tierras sudamericanas, Juan Mari Bautista comenzará una nueva etapa. Colaborará con el actual párroco -ecuatoriano-, como auxiliar de las 14 parroquias que comprenden la vicaría “es quizás -dice- la más pobre de Guayaquil y la más marginada”, con una población en torno a 200.000 personas. “Estoy dispuesto a ir a cualquier lugar de esas 14 parroquias, ya no como párroco, sino siempre supeditado al mandato del párroco, el vicario o el obispo”.
Comedores y huertas
Bautista prosigue con algunos proyectos iniciados hace años, como el del comedor infantil. “Es básico, sencillo, -dice- una forma de que los niños y las niñas puedan comer y ser atendidos y acompañados para estudiar. Se les da de comer, básicamente, y se les ayuda en su formación intelectual”. Es una zona con mucho fracaso escolar y para ayudar a evitarlo, la forma de pagar ellos el comedor es haciendo los deberes, “¿por qué? porque si no, no los harían y de alguna manera, el poder comer les obliga a ellos a hacer los deberes”. Hay en torno a 50 chicos y chicas, hasta 14 años y para la mayoría es la única comida del día. Además, una vez al mes, son revisados médicamente.
También continúan con el impulso al proyecto de las huertas: “Una capilla tiene una hectárea, donde un grupo de mujeres se han empoderado y han hecho sus huertos familiares. Autoabastecimiento y venta, sobre todo de cilantro, que ahí se estima mucho y también de coles, tomates, lechugas, pepinos…, y frutales (bananas y mangos)».
Las bandas
Juan Mari nos habla sobre el problema de las bandas, que se ha generalizado y agudizado en los últimos tiempos y que les ha obligado a modificar sus formas de hacer. “Ha habido que cambiar horarios, sobre todo los del atardecer y anochecer, han tenido que cambiarse las actividades y pasarlas a la luz del día. Es decir, la noche es para encerrarse en casa. Eso pervive desde hace un año, a raíz de un enfrentamiento entre dos bandas en nuestro territorio, que se convirtió en una auténtica guerra entre ellos”.
El problema -dice- es que en una zona debido a que muchos chavales no estudian “las bandas son atractivas para ellos. Comienzan desde muy jóvenes, son carne de cañón para esta gente. Ahí les dan su sitio, empiezan por la droga y, a partir de ahí ya se esclavizan a la banda”.
Otra de las dificultades es que en la zona no hay trabajo. “Para tener trabajo hay que salir diez kilómetros o más. Al no haber trabajo, propiamente dicho, tampoco hay incentivo de estudio para los chavales». Tampoco hay apenas trabajo en la construcción, porque la gente se construye sus propias casas. «No se recurre a la albañilería. Sólo hay trabajos mínimos, de compra venta de comidas y poco más, es lo que hay”.
Al preguntarle sobre qué es lo más necesitan ahora, Juan Mari dice que además de la ayuda económica, precisan de la colaboración de gente que, por ejemplo, pueda ayudarles a dar clases “y de personas dispuestas a acompañar a esa gente a hacer todo un proceso, hacer todo un recorrido con ellos. No llevar planes preestablecidos, sino ir descubriendo lo que en ellos sale, surge y brota. Secundar esa necesidad y, desde el conocimiento que uno tiene, ir apoyándolo. Yo creo -añade- que necesitan gente que los acompañe, que esté con ellos. El problema es que vivimos en tan marginación que casi nadie acude allá para estar con ellos y, en muchos caos, los que acuden, lo hacen para sacar algún provecho, pero para estar con ellos y hacer un proceso, nada. Les falta ese acompañamiento”.
Sinodalidad
Para Juan Mari, la Sinodalidad es muy importante, “yo nunca he mandado nada en la parroquia, es decir, vamos todos juntos. Claro que hay una organización, y un mandato, pero las cosas se hacen de forma que colegialmente todo el mundo vaya asumiéndolo. Y no se hace nada si alguien no se responsabiliza de ese algo”.
Está contento de haberse encontrado en su camino con gente con la que ha podido colaborar, gente muy identificada con la parroquia “en términos religiosos, es realmente providencial, personas dispuestas a dedicar el tiempo que sea cuando la parroquia tiene una necesidad y lo dedican”.
Nuevos caminos
Juan Mari Bautista lleva muchos años poniendo en práctica el lema de la campaña de Misiones de este año “Bide berriak/Nuevos caminos”. Para él, los “Nuevos caminos” están trazados desde la sinodalidad. “Yo me acuerdo cuando se hablaba de las comunidades de base y lo conecto directamente con el tema de la sinodalidad: Promoverla en una parroquia, de alguna manera, conlleva el asumir lo que, cuando hablábamos de las comunidades de bases, se hacía. Yo, en cuanto talante y estilo, puedo decir que no he cambiado mucho, apenas nada, porque era lo mismo”.
Afirma que quizás, durante un tiempo, ha habido que volver a recordar que hay que trabajar la sinodalidad, “porque cuando está todo muy estructurado en algunos sitios, pues ya ves tú, es todo lo contrario”.
Señala que en ese sentido se siente satisfecho. “Mi labor ha sido dejar hacer. Yo, les decía, no voy a hacer lo que vosotros no me digáis que haga. Yo me daba cuenta que, por cultura, ellos harían cosas que a mí no me gustan, lo reconozco, ¿eh? pero también reconozco que son cosas suyas y tengo que respetar. Hay que darles su sitio. Y me ha servido de mucho, para estar cerca de la gente”.
Futuro
“De momento mi sitio está allí, mientras el cuerpo aguante, pero ya tengo 74 años”. Allí la sanidad está muy mal y la Diócesis no tiene medios. “En algún momento tendré que pensar en regresar aquí”.
¿Qué le diría Juan Mari Bautista a alguien que tenga la inquietud de ir a un sitio como Monte Sinaí?
Lo primero, que aquello no es para cualquiera. Para ir allí hay que tener muy clara la opción. Ahí hay que ir claramente por lo que significa Jesús y el Reino. Si eso no está claro, es mejor no ir. No por nada, sino porque yo creo que hay que ir allí a transmitir precisamente los valores del Reino, no otros. A mí eso me parece que es fundamental.
Por otra parte, no hay que ir sólo, sino acompañado. No hay que ir. Hay que ser enviado. Es decir, yo me sentí enviado. Yo me siento de la comunidad eclesial de Bilbao y desde allí yo me siento que soy enviado por mi diócesis. Estoy allí, enviado por mi Dios y me respalda toda la Diócesis, aunque la decisión es personal. Yo me la busqué, incluso el hecho de ir allí. No hubiese ido a cualquier sitio de Guayaquil, porque mi opción, a los 65 años, fue ir donde estaban los más pobres. Y me busqué el lugar. Sí que hay que hacer un ejercicio de ir a buscarlos. Y se lo pedí al Señor, en mi oración normal de todos los días. Ellos dirían que fue como un milagro ‘Diosito lo hace’, pues fue una gracia, en el sentido de que sin querer queriendo, como dicen allí, llegué al lugar que quería”.
Por último y para mí fundamental es no llevar ningún proyecto en la cabeza, sino caminar con ellos para hacer “caminos nuevos”. Los caminos nuestros incluso pueden estar viejos para ellos. Son ellos los que nos marcan un camino nuevo. Y es con lo que ellos van a marcarte. Y tú tienes que caminar con ellos desde el punto de vista de caminar juntos de la sinodalidad. Me parece fundamental lo de la opción de Jesús y sus valores, porque si no, a veces, confundimos cosas.
Toda la campaña de Misiones Diocesanas: aquí
Esta semana, Juan Mari ha estado en la emisora diocesana Radio Popular, donde ha ofrecido una entrevista, acompañado por Feli Martín y Mertxe Aguirre, de la delegación de Misiones: Entrevista completa: aquí