¿Cómo te sitúas ante esta nueva encomienda?
Personalmente es un espacio que, por interés personal, compromiso social, trabajo académico y experiencia concreta me resulta querido y cercano. Pero no deja de ser un cambio de dedicación y la novedad comporta una mezcla a partes iguales de ilusión e incertidumbre. Pastoral y socialmente es un gran reto, con una responsabilidad correlativa a los que espero saber responder adecuadamente, consciente de que no faltarán errores y dificultades, pero también aciertos y ayudas. En cualquier caso, será una oportunidad más –que espero aprovechar – de profundizar en la espiritualidad de la tarea pastoral, de aprender a vivir desde el Evangelio todo lo que vaya aconteciendo a lo largo de la encomienda.
¿Habrá cambios o se quiere continuar por la senda que comenzó el equipo anterior?
El área es relativamente reciente como tal en la Curia Diocesana, pues no tiene más de tres años de antigüedad, por lo que está todavía en una fase incipiente. Por otro lado, surge desde la petición del Consejo Pastoral Diocesano, que formula las líneas de trabajo fundamentales. Todo ello no hace sino reforzar la idea de que se trata de continuar y profundizar en lo que se ha venido haciendo tan acertadamente bajo la responsabilidad de Manu Arrue. No tiene sentido en estas circunstancias introducir cambios, más allá del estilo de la persona encargada, que es diferente.
¿Cuáles son los mayores retos en este ámbito en la sociedad y más en concreto, en la Iglesia?
Son muchos, pero el primero de todos es precisamente tomar conciencia de que, una vez terminada la violencia terrorista, queda todavía mucho que hacer en este terreno: reconocer a las víctimas; sanar nuestra memoria; elaborar relatos plurales, verdaderos y justos, de lo pasado; recuperar espacios de convivencia; reducir el sufrimiento injusto que todavía persiste; educar a las nuevas generaciones en valores constructivos… Y todo esto, no solo socialmente, sino también al interior de nuestras comunidades para poder ser testimonio de aquello que anunciamos: el mensaje evangélico de Paz y Reconciliación.
Ciertamente los retos en este ámbito son de calado y de tal calibre que sería pretencioso y erróneo pensar que desde nuestra área y desde la Diócesis se va a responder a ellos plenamente. Lo más que podemos asegurar es que la Iglesia Diocesana participará activamente, desde su especificidad y capacidades, en la búsqueda de la Paz y la Reconciliación entre nosotros y en la sociedad.