Villacorta comenzó su intervención haciendo un amplio recorrido histórico de la Edad Media. Posteriormente, destacó algunas fechas clave del pasado siglo: La primera, la de la Declaración de Balfour, en 1917, en la que se firmó un documento en el que respaldaba el establecimiento “de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”, ante la decepción de los países árabes.
La siguiente fecha fue el 9 de noviembre de 1947 cuando la ONU aprobó la partición de Palestina en dos zonas. En aquellos momentos, los judíos tenían el 7% de las tierras de Palestina y sólo eran 10.000 habitantes frente a los 725.000 árabes.
La tercera fecha clave es el 14 de mayo de 1948 en la que Israel declaró la Independencia. Entonces, los árabes les declararon una guerra que pronto perdieron escapando a campamentos de Libano, Siria, Jordania y a las franjas de Gaza y Cisjordania.
Problemas enquistados
Según el ponente a partir de esta fecha tenemos enquistados casi todos los problemas que perduran hasta hoy: El control de Jerusalén, los asentamientos israelíes, el derecho de retorno de los refugiados palestinos, el reconocimiento mutuo, el terrorismo que se retroalimenta y la permanente negación de los derechos humanos.
En su intervención, Josetxu Villacorta insistió en que hay un 20% de la población judía y un 23 % de la población palestina que podría tener propuestas diferentes y ponderadas para una mejor convivencia pero no son significativas “porque no ganan las elecciones” y la idea de un estado con dos naciones, hoy por hoy, no es posible.
Responsabilidades
Dijo también que Europa y EEUU tienen una responsabilidad muy clara en esta historia de sufrimiento y de inhumanidad tan prolongada “que requiere de muchos cambios para frenar este absurdo bélico con infinidad de víctimas inocentes, tan absurdo como interminable en esta zona tan rica y por ello deseada en el Medio Oriente”.
Finalizó con la siguiente conclusión: “Parece que ambos pueblos que han sido víctimas se deberían comprender mejor, pero no es así porque cada pueblo piensa que el otro tiene todos los vicios que heredó de su victimario anterior. Pero sus sufrimientos no justifican de ninguna manera sus desmanes anteriores ni los actuales. Este conflicto no es pues un conflicto solo entre religiones, ni solo de identidades, ni solo entre pueblos. Es un conflicto fundamentalmente económico “inmobiliario” de posesión de las tierras y de propiedad de la casa en exclusiva, surgido de una serie de nefastas decisiones que tienen su origen muy cerca en nuestro occidente”.