Jesús Ayo nació en Leioa el 13 de marzo de 1927 y fue ordenado presbítero en la basílica de Begoña el 6 de julio de 1958. Tras su ordenación fue nombrado coadjutor de Meñaka y capellán de las Carmelitas y en 1959 partió como misionero a Los Ríos, en Ecuador, donde permaneció hasta 1970. A su regreso le destinaron a Lamiako y, después, a San Agustín de Erandio, como ecónomo. También pasó varios años en el equipo presbiteral de Urkiola (1976 a 1983) y, posteriormente, en Algorta, primero como coadjutor en San Nicolás y posteriormente como miembro del equipo presbiteral de San Nicolás, San Ignacio y San Martín de Getxo. Tuvo bastante relación con el movimiento de Cursillos de Cristiandad y hasta su jubilación fue como coadjutor de San Nicolás, posteriormente en Leioa y los últimos años vivió en la residencia de Venerables de Begoña.
El presbítero José Miguel Madariaga, compañero de Jesús, unos 15 años, en San Nicolás de Bari de Algorta, le describe como un hombre “muy humano, dispuesto siempre a ayudar” y también muy práctico y aficionado a arreglar cosas de todo tipo “siempre disponible para todos y en un segundo plano, no quería destacar, un hombre sencillo y bueno, de carácter muy afable”. Madariaga y Ayo se habían conocido muchísimos años antes, ya que sus familias eran muy amigas y en tiempo de la guerra los Madariaga estuvieron alojados en el caserío donde ellos vivían y mantuvieron contacto, hasta que años después coincidieron como curas en Algorta.
Ecuador
Juan Ignacio Vara, compartió con él parte de su etapa en Ecuador. Jesús fue acompañante, profesor y formador del colegio seminario diocesano de Atocha, en Ambato, junto con el también misionero Jesús Monge, fallecido en 2013. En aquella época había cuatro seminarios en la zona y Vara estaba en el seminario mayor intermisional Pio XII “nos veíamos con mucha frecuencia”, recuerda Vara, que define a Jesús como un buen amigo y una persona muy entregada al trabajo “con vocación misionera” como mucha gente que, en aquellos años se planteaban que “ese servicio tenía sentido” y estaban dispuestos a pasar un tiempo en misiones. Cuando Jesús volvió de Ecuador tuvo que hacerse cargo de responsabilidades familiares por el fallecimiento de un hermano en accidente.
Devoción a Virgen de Ondiz
José Mari Arieta-Araunabeña, estuvo con él algunos años en la etapa de Leioa, cuando Jesús ya estaba jubilado y de destaca su devoción mariana en la advocación de la virgen de Ondiz, en Leioa y la buena relación que tenía con mucha gente del pueblo, “conocía muy bien la realidad y a la gente de Leioa”. Le llamaban “el maestro” porque de joven, antes de entrar en el seminario, había sido carpintero ebanista en Romo, “ebanista fino”, al que le gustaba mucho trabajar la madera, “en Urkiola se nota su presencia y hacer de maestro en la restauración de la Abadetxea (muebles, vigas, baños…)”. José Mari le describe como “buen compañero y amigo cercano” y destaca de Ayo su don de gentes, “extrovertido, cercano, campechano”, decían que no necesitaba micrófono “porque llevaba puesto el amplificador ‘de nación’”, por su fuerte presencia de voz.
Goian Bego!