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24.07.2009

Las Mercedarias Misioneras de Berriz recuerdan a su fundadora

El 24 de julio es la festividad de Margarita María López de Maturana. Este año, la celebración se ha adelantado un día y fue ayer cuando se llevaron a cabo los actos de conmemoración, que comenzaron con un concierto de piano a cargo de J.C. Irizar, tras el que se celebró la Eucaristía presidida por mons. Mario Iceta, obispo auxiliar de la diócesis de Bilbao, para finalizar con una merienda disfrutando de la naturaleza, con una mirada a Amboto. Como siempre las Mercedarias de Berriz hicieron extensiva su invitación a familias, al pueblo de Bérriz, antiguas alumnas, participantes de grupos… Buen momento para encontrarse y disfrutar de los saludos y la charla amigable.

El 24 de julio, las Mercedarias Misioneras de Bérriz, recuerdan a su fundadora, Margarita María López de Maturana, en el día de su festividad, haciendo memoria de la historia, y mirando hacia el futuro. Estas son sus palabras: “…nosotras, Mercedarias Misioneras de Bérriz, somos ciudadanas de este mundo, una comunidad de mujeres de los cinco continentes. Creemos en la experiencia personal y colectiva del Dios de la Vida, que nos llama a ser hoy signo comunitario de la merced y Misericordia de Dios para la humanidad…”
El domingo 22 de octubre, de 2006, día del Domund, día misionero por excelencia, fue beatificada, en Bilbao, la misionera bilbaina Margarita María López de Maturana en un acto que no tenía precedentes en nuestra villa ya que fue la primera beatificación que se celebraba en la diócesis. Esta beatificación fue el reconocimiento que la iglesia hacía a la fundadora del Instituto de las Mercedarias Misioneras de Berriz que impulsó la profunda transformación que conlleva pasar de la contemplación a la misión. Era la primera vez que la iglesia de Bizkaia acogía una beatificación, en realidad sólo había habido precedentes en  Italia, México y Polonia, hasta esa fecha; y esto sucedía porque el actual papa decidió que estas celebraciones se lleven a cabo en el lugar de origen.
Margarita María López de Maturana nació en Bilbao, con el nombre de Pilar, el 25 de julio de 1884, en la calle Tendería, en pleno Casco Viejo. En la adolescencia, su madre, intentando alejarla de una amistad prematura con un joven marino, decidió llevarla al colegio internado que tenían unas monjas Mercedarias en Berriz. Y aquí, como en tantas otras ocasiones, comienza este misterio de cómo Dios se vale de un hecho insignificante para cambiar el rumbo de la historia de una persona que a su vez, como en ondas expansivas, va modificando otras vidas y otras historias.
Pilar ingresó como religiosa en 1903, en el convento de la Vera Cruz de Berriz, que por aquel entonces, y desde mediados del siglo XVI, era un monasterio de clausura  perteneciente a la Orden de la Merced. En 1919, el monasterio y el convento de Berriz recibió la visita de dos misioneros: José Vidaurrázaga (jesuita) que marchaba a la misión de Wuhu, en China, y Juan Vicente Zengotita-Bengoa (carmelita), destinado a la India. Esta visita casual de los dos misioneros, las ilusionadas palabras con las que compartían su vocación a la misión y su petición de apoyo a las colegialas mediante la oración, fueron “la semilla de la vocación misionera que Dios dejó caer en nuestros corazones, llamándonos a una empresa en la que nunca hasta entonces habíamos pensado”.
El 19 de septiembre de 1926, sale de Berriz el primer grupo de misioneras hacia Wuhu (China). A esta primera expedición les seguirán las de Saipán (Islas Marianas), Ponapé (Islas Carolinas) y Tokio. La misma Margarita dio dos veces la vuelta al mundo, acompañando a sus hermanas que iban a la misión y para visitarlas y acompañar de cerca su nueva vida. El camino comenzado iba pidiendo nuevos y definitivos pasos como la transformación de Convento de Clausura en  Instituto Misionero. El 23 de mayo de 1930, después de una votación secreta en la que las noventa y cuatro monjas de Berriz piden unánimemente la transformación, el sueño de Margarita y de aquel pequeño convento de clausura se cumple: el Instituto de las Mercedarias Misioneras de Bérriz es aprobado y bendecido por la Iglesia.
Mercedarias de Berriz
A finales de los años 60, la Iglesia de occidente dio un gran vuelco y comenzó a mirar más allá de sus fronteras. El Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (en América Latina) pusieron ante nuestra mirada una realidad terriblemente hiriente: las enormes desigualdades entre los pueblos. El clamor de los pueblos empobrecidos en América y África, se presentaba como el desafío más grave para el Evangelio de Jesús, que vino para crear una  familia de hermanos, de iguales.
Además de los votos de pobreza, obediencia y castidad, la orden de las Mercedarias de Berriz tiene un cuarto voto específico que habla muy a las claras de su total entrega: “Permanecer en la misión por el bien de las personas a las que servimos. Cuando haya peligro, dar la vida si necesario fuera”.