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03.04.2009

“Lo que la pobreza genera es lo mismo en todos los sitios”

Maite Labayru lleva unos años muy movidos. Su deseo de aportar un grano de humanidad allá donde más se necesita ha movido a esta médico pediatra de Arrigorriaga de 58 años a dar su tiempo, su esfuerzo y sus conocimientos en África y en Ecuador. Ahora, tras dos años en el equipo misionero y en el hospital de Palenque, ha vuelto a su puesto en el hospital de Cruces. La suya, como la de otros hombres y mujeres, es la historia de quien busca que otro mundo sea posible.

¿Qué le ha movido a ir a África o a Ecuador estos años?
Yo me siento médico vocacionado, me gusta la medicina. Y, creo que hay lugares, como son los países en desarrollo, donde una puede ser más útil que aquí. Esos lugares son una oportunidad para muchos médicos. A mi me surgió esa oportunidad y la aproveché.
Hubo un momento en mi vida en que coincidió mi deseo de tener una experiencia de cooperación desde mi profesión, con unas circunstancias personales que hicieron que esto fuese posible. Así, en un primer momento, fui a África, a Mauritania, un par de meses a sustituir a una pediatra de Médicos del Mundo a la que conocía y que estaba enferma, y después me ofrecí a esa misma organización para volver otros cuatro meses y medio.
Después de aquello yo sentí la necesidad de ser médico pero participando de una iglesia. De ahí que empecé a ir a Ecuador en los veranos. Luego las circunstancias se pusieron a favor porque en Palenque, descubrí un lugar donde podía combinar mi profesión médica con la tarea misionera, que era justo lo que quería. Y además venía bien mi presencia al equipo misionero de allá.
¿Qué diferencias ha encontrado entre la realidad de ambos continentes?
Sí, aunque la pobreza es igual en todos los sitios. La incapacidad de levantarse de la gente que carece de recursos, la debilidad de espíritu es igual en todos los sitios. Pero lo de África es más bestial, más intenso. Sin embargo, en Palenque también hay situaciones de pobreza extrema, donde hay familias de 7 u 8 personas que tienen que vivir con 70 dólares al mes. Y eso una familia con una cosecha decentilla. Aunque en África esto es más general, al final, lo que la pobreza genera es lo mismo en todos los sitios.
Usted ha comentado que la experiencia en Mauritania fue por el “lado humanitario enriquecedora, y en lo creyente, desalentadora” ¿Por qué?
Aunque hay de todo, como en todos los sitios, algunas personas vinculadas a la iglesia me parecía que se situaban en un estatus de superioridad frente a las personas a las que tenían que atender. Eran más autoridad que acompañantes o servidores. Para mí eso resultaba, y resulta, desalentador. Yo siento a la Iglesia desde el servicio más llano y cercano.
Médico o agente pastoral, ¿qué ha primado estos años en Ecuador?
La misionera. El primer año hice más actividad médica, sobre todo centrada en la promoción de cambios de gestión en el hospital, favorecer la titulación y educación de los trabajadores del centro sanitario, establecer vías para la autofinanciación del hospital, tareas de formación, cosas así. Pero el segundo año nos centramos más en el trabajo comunitario, sobre todo intentando que, ante la promoción y colaboración gubernamental que hubo, los criterios y los ritmos de la comunidad y de la asociación de trabajadores creada desde ella, no se desvirtuase la esencia comunitaria como son la unidad, el movernos al ritmo del más lento o la capacidad para trabajar unidos. Además de las tareas propias como agente pastoral en la tarea de acompañar la catequesis, las charlas de bautismo, la preparación de la Semana Santa o las celebraciones de la Palabra
Aquí se habla de cambios en las Misiones Diocesanas Vascas, ¿cómo se percibe esto allí?
Como un cambio hacia un modelo en el que las personas que vayan allá serán especialistas en algún campo muy específico y centrado en acompañar algún proyecto para el que se necesita su perfil. Así, yo podría volver a tierra de misión en cualquier momento, porque soy médico. Pero si soy una persona joven, o sin ninguna especialidad, que solo quiero tener una experiencia misionera en una iglesia de otro país, ¿quién me va a admitir allí?
Pero además, allí se percibe como la desaparición, en dos años, del espíritu del grupo misionero vasco. Un grupo con una identidad fuerte, con una historia honda de toma de decisiones comunes o que tenía un consejo que era interlocutor con los obispos de allá. Ese grupo se disgrega mucho, tanto porque quedan pocas personas como porque, en la nueva situación, cada uno quedará a expensas de la diócesis donde está.
¿Qué necesitamos descubrir como creyentes de la experiencia misionera en Ecuador?
Allí se vive una iglesia con ilusión porque la ves crecer, porque los que vamos somos conscientes de que es una iglesia que trabaja para la vida, que siembra Palabra hecha vida. Y porque allí, la comunidad es realmente, el origen de la iglesia. Aquí, en la parroquia donde hay un sentido fuerte de comunidad, con personas con ilusión por hacer proyectos de iglesia pequeña, se descubre a una iglesia viva. Las personas que hemos tenido una experiencia de misión, volvemos, aquí queriendo trasmitir ese sentido comunitario, y no es fácil.
¿Qué puede aportar un profesional en la lucha por la justicia en el mundo?
Como cualquier persona. En la sanidad, la justicia se da poco. El reparto de la sanidad en el mundo no es justo. En los países pobres la salud,  depende del dinero que uno tenga. Las personas se mueren por no tener dinero o se arruinan solo por que les den un diagnostico. Cualquier persona tiene que ser un clamor para que la diferencia entre ricos y pobres, entre Norte y Sur, sea menor.
¿Tiene otros proyectos en la cabeza? ¿Volverá a Ecuador?
Estos dos años han sido un tiempo absolutamente enriquecedor para mí vida. Tanto por la tarea como por el grupo humano, con el equipo con el que he compartido este tiempo. Para mi dimensión creyente también. Allá he descubierto una iglesia viva, que es iglesia acompañando a las personas, haciéndolas crecer desde el descubrimiento de que la Palabra de Dios se hace vida para la gente. En cuanto a volver, lo hará en verano, seguro. Ahora no tengo más planes.