En su homilía, el obispo volvió al evangelio de la mujer adúltera para denunciar en primer lugar, las injusticias que la sociedad inflige a la mujer «porque lo cierto -dijo- es que Moisés mandaba apedrear a los adúlteros: el hombre y la mujer. En la escena de ese evangelio acusan a la mujer, ¿dónde esta el hombre?» preguntó el Obispo a la asamblea, «cuando se pone la ley/norma al lado de un pecado concreto, la sentencia adquiere un rigor; pero las cosas cambian cuando al lado de ley se coloca a una persona concreta. Porque así es fácil ‘cargarse’ a la persona antes que cuestionar la ley». En segundo lugar, Mons. Segura aprovechó la oportunidad para realzar una vez más el papel de la mujer en nuestra sociedad. Y, en tercer lugar, el obispo volvió a pedir perdón en nombre de la Iglesia que muchas veces olvida de dar a las mujeres el lugar que se merecen.
Acerca de la comunidad africana, Mons. Segura llamó la atención sobre la realidad de nuestra sociedad actual: «el rostro de nuestras comunidades está cambiando, cada vez más personas migradas forman parte de nuestras parroquias y pueden aportar su propio modo de vivir y expresar su fe. La presencia de personas cristianas en nuestras comunidades plantea a la Iglesia el desafío de su catolicidad: el objetivo no es hacer una Iglesia sin distinción de orígenes, sino acoger la diversidad en comunión y percibir las diferencias como oportunidades reales».
En cuanto a la celebración en sí, estuvo animada por los 2 coros de la comunidad: Madre de África y Bondad divina, que hizo la procesión de ofrendas según la cultura “bantu”.
Al final de la celebración, el referente de la comunidad dirigió al Obispo, unas palabras de agradecimiento, en nombre de la comunidad, por su amable visita, «con el deseo de que este gesto dé todo valor y confianza para vivir e irradiar la fe que nos habita». A continuación, la comunidad le entregó un detalle (una pintura hecha por un joven migrante).