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26.03.2009

“Otro mundo es posible y ya se está dando”

Ligia Valdivieso nos saluda con tono suave y amable. El hablar pausado de esta mujer nacida en Loja, Ecuador, hace 65 años, no quita fuerza a sus palabras, que hunden sus raíces en 35 años de trabajo misionero con los indígenas de aquellas tierras donde, desde hace 60, también tienen presencia y tarea las misioneras y misioneros vascos. Esta religiosa de la Inmaculada es, cómo ella misma dice, una curiosa de la medicina alternativa lo que significa que es una experta en esas otras formas de sanación diferentes de la medicina tradicional. Pero sobre todo, Ligia Valdivieso es, Mama Ligia, una mujer querida y admirada allá y acá.


¿Qué futuro se dibuja para la tarea de las misiones vascas en el Ecuador?
Cómo dice el lema del día de Misiones, hay futuro y está en nuestras manos. Y cuando decimos nuestras, nos referimos tanto a las de los misioneros como a las de los pobres, del  pueblo, que son los verdaderos protagonistas de todo esto. Hoy, como en el inicio, las misiones vascas y nosotros, los del equipo misionero de Riobamba, hemos tenido un objetivo primordial que ha sido promover las Comunidades Eclesiales de Base (CEB). Comunidades de cristianos de base que tienen como centro a Jesús y a la Palabra de Dios que ilumina la realidad. Comunidades que puedan servir como espacios y proyectos de liberación para los más pobres, como signos del Reino, luz, en el mundo.
En estos años de trabajo, ¿qué ha mejorado, qué ha empeorado y qué ha permanecido?
En la diócesis de Riobamba, provincia de Chimborazo, cuando llego el Obispo Leonidas Proaño en el 54 la situación de los indígenas era terrible, explotados por los terratenientes, no tenían ni voz ni voto en la sociedad, tenían hasta recelo de dar su nombre, casi ni se les trataba como seres humanos. No solo eran los últimos sino que desde el mismo gobierno ecuatoriano, se los señalaba como una minoría prácticamente inexistente, sin voz. Hoy, tras años de tarea, se hace realidad las palabras del propio monseñor Proaño que dijo que los que no hablaban, con el evangelio, ahora hablan, los que no caminaban, se organizan. Hoy, participan de la vida política del país, tienen influencia, incluso la nueva constitución del Ecuador se inspira en el pensamiento y la filosofía indígena y ese es un gran avance. Esto y la reducción del racismo hacia el mundo indígena son cosas que han mejorado mucho.
En cambio, se ha ido a peor en lo económico. Si la crisis golpea en el Norte, mucho más en el Sur. En el Ecuador la crisis es permanente, pero en estos tiempos se ha agudizado. Por eso podemos decir que se han dado pasos grandes en lo político y en lo social pero en lo económico, aunque se hacen esfuerzos, no se mejora. Se dice que la crisis puede llevar a un cambio de modelo económico, del fin del neoliberalismo, pero veremos qué pasa.
Y lo que se ha mantenido, es la voluntad de resistencia indígena, que sigue luchando por su identidad y por sus derechos. Y hay que decir que esto ha sido así, fundamentalmente, gracias a la mujer y a su papel como transmisora de la cultura, de la lengua. Aunque, aún así, hoy existe el riesgo de que lo que no se perdió en tiempos de las grandes haciendas, se pierda ahora con la migración.
¿Otro mundo es posible más allá de las pequeñas experiencias?
Otro mundo es posible y se está dando. En America Latina están surgiendo experiencias a lo grande, en los presidentes que están asumiendo el gobierno en distintos países y que tienen un proyecto de unidad latinoamericana, que es muy importante. Es pasar de experiencias pequeñas, que sirven para asentar bien los grandes proyectos, a experiencias nacionales de cambio.
Ese otro mundo posible, no significa que nadie tenga que perder nada. Nuestro egoísmo e individualismo de este mundo neoliberal en el que acaparamos más allá de lo que necesitamos, nos hace tener miedo a ese mundo posible. Es necesario buscar un modo de estilo de vida alternativo al neoliberal, vivir con menos para que otro pueda tener. No me sirve de nada acumular cinco panes si no me los puedo comer. Mejor reparto para que todo el mundo tenga pan.
¿Puede convivir ese mundo nuevo con el viejo?
Hay muchas cosas del Norte que nos vienen bien en el Sur y cosas del Sur que el Norte necesita para tener un sistema que respete la vida. Y un ejemplo lo tenemos en la medicina. Yo soy una curiosa de formas de sanar alternativas como los tratamientos con esencias de flores, o como el biomagnetismo. Algunos de los que practican esa medicina, que es barata, eficaz y está fuera del sistema estas terapias están perseguidos por lo que supone de perdidas a las empresas médicas y farmacéuticas. Sin embargo, los que practicamos esa medicina no negamos la utilidad de la medicina tradicional. Del Norte podemos aprender todo lo que tiene que ver con el tratamiento de residuos o la variedad en la alimentación por ejemplo. Es necesario aprovechar lo mejor de cada sistema, de cada mundo.
Los gestos, la denuncia, las campañas que hacemos aquí, ¿sirven de algo?
Sí, sirven de mucho. Es el trabajo de hormiga, a veces oculto. Nosotros, que venimos del Ecuador, nos damos cuenta de la fuerza que tiene aquí el Comercio Justo, las experiencias con las personas toxicómanas o con los sin techo. Creo que aquí, en el Norte, algo se estremece y se conmociona. A pesar de ser grupos pequeños, están produciendo un cambio profundo.
¿Qué podemos aprender como creyentes de la experiencia misionera en Ecuador?
Allá nos cuesta menos vivir en comunidad. En el caso de los indígenas es lo propio de su cultura. También la solidaridad que existe entre ellos, la voluntad de compartir, la capacidad de perdonar. Esto es muy importante porque para formar una comunidad de hermanos necesitamos perdonar y ser perdonados. Y eso los indígenas lo hacen, incluso con un rito especial. Es un perdón va más allá de una disculpa, tiene consecuencias y lleva en sí mismo un cambio efectivo. Este vivir en comunidad, como una familia, es una invitación importante y necesaria para todas las comunidades cristianas.