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08.03.2006

Para que el Día de la Mujer Trabajadora no pase inadvertido

Hoy, Día Internacional de la mujer trabajadora, varios organismos diocesanos han elaborado un comunicado invitando a que el día no pase inadvertido. A pesar de la progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral, el trabajo sigue siendo el ámbito donde persisten las desigualdades entre hombres y mujeres y las mujeres son las que sufren mayores riesgos de exclusión, pobreza, violencia, inmigración y, tienen mayores dificultades para acceder a puestos de responsabilidad, a nivel social, empresarial, político y eclesial. Como señala uno de los Objetivos del Milenio, es necesario “Promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer".

Los organismos firmantes del comunicado (HOAC, Hermandad Obrera de Acción Católica, JOC, Juventud Obrera Cristiana; Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera y los delegados y delegadas sindicales de Organismos Diocesanos), resaltan “que como comunidad cristiana hagamos nuestra la celebración de este día, animemos a participar en los actos que con este motivo van a realizarse, avancemos en un mayor reconocimiento del papel de las mujeres, traigamos a nuestra oración su vida y sus aspiraciones y demos gracias por todo lo que ellas aportan en la sociedad y en la iglesia”.

Comunicado:

     “El 8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es cierto que hay diferentes ideas formadas respecto a esta jornada: que si es el día de la mujer trabajadora, que si es el día de la mujer en general… Incluso podemos encontrar personas a las que el 8 de marzo no les diga nada. En este día hacemos memoria de aquel 8 de marzo de 1908, en el que ciento veintidós trabajadoras morían carbonizadas en la fábrica “Cotton” de Nueva York. Se habían encerrado para denunciar las pésimas condiciones laborales a las que estaban sometidas. El patrón ordenó incendiar el edificio.

     

Esta fecha no puede pasar inadvertida, ni la razón por la que el 8 de marzo todos y todas estamos llamados a salir a la calle. No caigamos en la indiferencia. Porque si algo tenemos claro es que diariamente se vulneran los derechos de las mujeres en los diferentes ámbitos en los que se mueve, y esto no puede silenciarse y mucho menos en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

El trabajo sigue siendo el principal ámbito donde existen importantes desigualdades entre hombres y mujeres. Aunque se están dando cambios y la incorporación de la mujer al mercado laboral ha aumentado, las desigualdades persisten. En todo el mundo muchas mujeres sufren acoso en su puesto de trabajo, otras soportan jornadas y situaciones laborales inhumanas… Los hechos lo demuestran, el sueldo medio de las mujeres llega a ser un 44,5% inferior al de los hombres en el mismo puesto de trabajo, y además el 53% de la población desempleada somos mujeres.

Debemos ser conscientes de la importancia que tiene la participación de las mujeres en todos los ámbitos, de cara a la transformación de la sociedad, ya que todavía hoy, nuestra presencia en las instituciones públicas, y sobre todo políticas, es mínima. En nuestra iglesia también se viven situaciones de desigualdad hacia las mujeres, en muchas ocasiones su voz y su labor no son suficientemente reconocidas y son pocas las que desempeñan puestos de responsabilidad.

Además, no podemos olvidar que las mujeres sufren mayores riesgos de exclusión social en lo referente a pobreza, violencia e inmigración. Hoy el rostro de la pobreza es el rostro de una mujer, joven, inmigrante. Son las mujeres las que soportan situaciones de precariedad en mayor medida que los hombres, y como por desgracia hemos podido ver, las denuncias relacionadas con violencia y malos tratos hacia las mujeres han aumentado en los últimos años.

Por todo esto es importante que este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, salgamos a reivindicar la igualdad, el respeto en nuestros puestos de trabajo, el derecho a un salario y una jornada laboral justos. Como se señala en uno de los Objetivos del Milenio es necesario “Promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer”. Parece un tópico pero es real, “La unión hace la fuerza”, y si queremos construir el Reino de Dios entre nosotras y nosotros, tenemos que luchar unidos por lo que es justo, por aquello en lo que creemos. Todas y todos podemos aportar.