Pero ¿cuál es el proceso para todo esto? En el caso del Archivo, un equipo con dirigido por Pedro Ojanguren hizo una primera recogida entre 1976 y1980, a la que sucedieron otra ola de transferencias en los años 2000-2004 (para el proyecto de digitalización y de indexación de los registros sacramentales hasta 1900) y otra desde 2018 por la colaboración con el Instituto Gogora. “Pero no son solo las transferencias ‘programadas’ en las que además de recoger los documentos se inventarían aquellos que se quedan en la parroquia y no sólo son el Archivo o la Biblioteca quienes toman la iniciativa, también atendemos las peticiones concretas de parroquias que, por diversas razones, estiman que los libros y documentos más antiguos están ya mejor en el Archivo y en la Biblioteca, para asegurar su conservación, su custodia y para facilitar la difusión y consulta”.
En la mayoría de los casos, un traslado o fallecimiento del párroco o bien la inminencia de obras o reparaciones en las parroquias, casas curales, y locales, son las que obligan a revisar armarios y habitaciones. “Y aunque en muchas ocasiones la primera tentación puede ser llevarlo al contenedor, afortunadamente los responsables optan por llamar al Archivo o a la Biblioteca para ver qué se puede hacer. Esto pasó ayer, nos llamaron desde Durango” y allí se dirigieron la directora del Archivo diocesano, Anabella Barroso y el responsable de la Biblioteca, Jaime López Egilaz “fuimos y, como siempre, seguimos encontrando tesoros, libros antiguos, documentos que ya no tienen su función primaria, pero que siguen conservando su función pastoral y siguen siendo reflejo de la vida de las parroquias y, por tanto, forman parte del patrimonio documental y bibliográfico. Estas visitas nos permiten encontrar un incunable o un libro con un ex libris o una dedicatoria especial. Aunque llevemos muchos años en este trabajo, todavía nos emociona recuperar un libro de fábrica que creíamos perdido o descubrir una escritura de propiedad, o abrir un armario y ver lo bien que han guardado los expedientes matrimoniales desde finales del siglo XIX”.
Tras la visita de ayer reconocen que “son esas pequeñas alegrías que compensan, porque conservar nuestro patrimonio, garantiza la memoria del futuro, porque tenemos la intención –y el deber- de transmitirlo a las próximas generaciones”.