Margarita y Lidie mantuvieron, ayer miércoles, un encuentro con miembros del Grupo de Misiones de San Martín de Tours, del Rastrillo de Begoña, de la Delegación de Misiones, y de la Fundación Amigos de Mufunga, que disfrutaron de su compañía y su información en los locales de la parroquia de San Vicente Mártir de Abando. «Estos encuentros -destacaban al finalizar- nos permiten tener una información de primera mano y fortalecer nuestro compromiso con aquellas misiones hermanas a las en 1964 viajaron los primeros misioneros vascos».
Tras varios años en Lubumbashi y un año en Kansenia, Margarita, venezolana de nacimiento y misionera de corazón, vuelve a su país en los próximos días. Lidie, lleva 16 años en Kansenia, enfermera por formación, es directora del hospital de aquella misión, que sobrevive con el ingreso que aportan los enfermos.
Obispo de Bilbao en R.D. del Congo
El pasado verano el obispo de Bilbao, Joseba Segura, visitó RD del Congo y conoció a ambas religiosas. Durante 12 días recorrió parte de ese extenso país -el segundo más grande de todo el continente africano- en compañía del misionero Iñigo Iriarte, de la fundación Amigos de Mufunga y la Hna. Margarita Robles, a Lidie la conoció durante su visita al hospital.
Vocación de servicio y de amor
Tras la experiencia, Margarita transmitía sus impresiones:
«Nuestra aventura comenzó con la llegada de Mons. Segura e Iñigo Iriarte. Con toda libertad les comparto que aquí, en África, ver un obispo “de a pie” es raro. Pienso que todas las personas con las que nos encontrábamos tuvieron la impresión de que fueron protagonista de algo nunca visto.
La labor de los misioneros vascos, igual que la de Jesús, es la de privilegiar a los más pobres entre los pobres. Esta gente, por sus propios medios jamás podría haber salido de sus aldeas y tener acceso a la fe, la educación, la salud, la apertura de mente para ser críticos con la realidad de un país que se hunde cada vez más en la ignorancia y en el dominio de unos pocos.
En todos los lugares por los que pasábamos, repetían con insistencia que estos misioneros venidos de un lugar lejano, dejando toda clase de comodidad vinieron aquí movidos sólo por una vocación de servicio y de amor desinteresado y dejaron una huella imborrable que no se terminó cuando los misioneros vascos regresaron, ya sea de vuelta a su país o a la patria definitiva. Por el contrario, como un pequeño grano de mostaza, hoy es un árbol frondoso que está produciendo grandes frutos».
Hna. Margarita Robles