¿Por qué marchó a Ecuador?
En 2003 acabé la carrera de arquitectura, marché un año a Berlín a hacer prácticas, y luego estuve trabajando otros tres años aquí, en Bilbao. En ese momento, estaba muy receptiva ante la idea de ir a un país en desarrollo y me interesaba que tuviese que ver con mi profesión, con poder devolver a otros la suerte que yo había tenido de poder estudiar. Y Berta, una compañera de la universidad que colabora con Taldeka Lagunduz, una ONG formada por personas que proceden de distintos ámbitos sociales y profesionales, me habló de un proyecto para construir una escuela en Palenque, que iba a durar seis meses, y en el que podía aplicar mi profesión al servicio de otros. Enseguida le dije que me interesaba. Apenas tres meses después estaba rumbo a Ecuador. Aquel tren pasó junto en el momento en que lo esperaba y en el que estaba especialmente receptiva.
Pero luego volvió… ¿por qué?
Allí he experimentado que trabajar con la gente es algo bonito y con lo que me sentía medianamente útil, que hay mucho trabajo por hacer, y que es bueno para tu vida, incluso que es más fácil sonreír.
Antes de volver a casa, tras los seis meses de compromiso con Taldeka Lagunduz, ya sabía que donde quería seguir era allá, en Palenque, pero está vez con Misiones Diocesanas. Y es que en esos seis meses, descubrí muchas cosas con Benjamin Respaldiza y Maite Labayru, el equipo de Misiones, y con las personas de allá. Fui conociendo todo lo que se hacia con las comunidades, las asociaciones de campesinos, etc. Así que estuve apenas un mes aquí y volví para año y medio más. En ese “reenganche” seguí con la obra, porque era algo que desde mi profesión podía aportar, pero lo combiné con las tareas propias del equipo de Misiones Diocesanas que trabaja allí, es decir, acompañamiento a las comunidades eclesiales, participar en la creación de la cooperativa de ahorro y más centrada en la tarea educativa.
¿Con qué dificultades se encontró?
Con ninguna. No tengo sensación de haber tenido grandes dificultades, salvo el primer mes de adaptación a un entorno que es completamente distinto. En ese primer momento una se pregunta cómo empezar una obra de forma completamente distinta a como se hace aquí. Allí tenia que hacer de todo, menos poner el ladrillo. Pero al margen de eso, nada.
¿Y qué satisfacciones ha tenido?
La posibilidad de descubrir y acompañar a personas que no han tenido oportunidad de formarse, pero que tienen unas capacidades naturales asombrosas.
En el ámbito de la construcción, el colegio que se ha construido también es un motivo de satisfacción. Ha quedado muy bien y profesionalmente también me siento satisfecha. Además es algo que la gente de allá, como ha participado directamente en su construcción, lo siente como propio. Pero lo mejor es que con este colegio, con el centro de primaria, con la parte de Artes y Oficios, se responderá también a otras necesidades sociales que se ubiquen y se impulsen desde el Centro como pueden ser promotores de salud, agrícolas, educación o formación profesional de adultos, promoción de empleo, etc.
Pero además, hacer un colegio es importante porque allá es muy difícil encontrar un electricista, un albañil o un mecánico. Promocionar la educación es favorecer el desarrollo desde el impulso de los protagonistas.
¿Tiene otros proyectos para el futuro?
Todavía no. Volví hace apenas dos meses. Aún estoy en periodo de “aterrizaje” y me lo estoy tomando con tranquilidad estudiando y retomando mi trabajo. He pasado por la sede de Misiones en la Plaza Nueva a saludar, y a Ecuador volveré, seguro, en vacaciones de este mismo año. Pero todavía no puedo pensar mucho más. Tengo mucho que digerir de lo que he vivido en este tiempo.
03.03.2009
“Trabajando con la gente es más mas fácil sonreír”
La historia de Leire Fernández es más que la de una ida y una vuelta a Palenque, el territorio en el que Misiones Diocesanas desarrolla su tarea, es la historia de dos idas y dos vueltas. Esta arquitecta bilbaína de 32 años marchó seis meses a construir un colegio y se enamoró de las gentes para las que construía y de la tarea que Misiones Diocesanas desarrollaba allá. Por eso volvió a Ecuador y allí ha estado el último año y medio. Todavía “descolocada”, como ella misma dice, nos cuenta su experiencia.