A pesar de las dificultades añadidas que estamos viviendo en este último año, la labor de las Misiones Diocesanas Vascas sigue muy viva y estos últimos meses se han tenido que reforzar las ayudas y apoyos ante las nuevas necesidades que han surgido. También hay jóvenes que siguen sintiendo la llamada misionera y la vocación de ayuda y colaboración como es el caso de Jaione López, joven elorriotarra y misionera en Kenia durante la pandemia, que fue una de las 8 mujeres reconocidas por la Diócesis de Bilbao en el acto “8 marzo 8 mujeres” de este año. Junto a estas líneas publicamos un video en el que Jaione cuenta su experiencia. Jaione estuvo el año pasado en Kaikor, en el desierto de Kenia durante cinco meses, fue para tres meses, pero la situación del COVID hizo que su estancia se prolongara. Allí convivió con la tribu Turkana y con las Hermanas Marianitas que les acompañan. «Lo más duro es ver el sufrimiento de la gente», destacaba a su regreso esta la joven a la que el curso de Misiones `Norte-Sur´ le aportó otra manera de entender la vida. Más información: aquí.
Recordando los 1 de mayo en Urkiola
Xabier Eskauriatza, presbítero diocesano y misionero durante más de una década en Ecuador, ha escrito una reflexión sobre el primero de mayo que, en esta ocasión, tendrá que ser otra vez en la distancia, en la que hace referencia a un pequeño poema de Antonio Machado que dice: «Al olmo herido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido». Para Xabier ese olmo es un buen símbolo para nuestra familia misionera en víspera de este nuevo primero de mayo que, por segundo año consecutivo, no podrá celebrar en la casa de todos: Urkiola.
“Estamos heridos –dice- por el rayo del Covid, estamos heridos por esa pandemia que nos impide expresarnos en abrazos, en besos, en brindis con txakoli y en mesa compartida. Heridos por no podernos ver como cada primero de mayo, heridos por no poder escuchar en vivo y en directo los versos del Txamo, heridos por no poder repasar los vídeos de las procuras y escuchar las últimas noticias de nuestros compañeros misioneros y misioneras.
En este último año ese rayo inmisericorde se ha llevado de nuestra familia misionera a amigos, familiares y gente muy cercana a las tareas y sueños de quienes solíamos abrazarnos en el primero de mayo. Y, por desgracia, no podremos recordarles en nuestra eucaristía de acción de gracias. Acción de gracias por la vida que Dios nos regala, acción de gracias porque ser misionero o misionera es un inmerecido regalo, acción de gracias para todos los que se nos han adelantado en la celebración de la Pascua con mayúscula.
Nuestro olmo misionero, herido, eso sí, no se ha derrumbado. Es un olmo vetusto, es un olmo desgastado, es un olmo que sobrevive pese a que su savia ha perdido vigor y capacidad regenerativa…, pero es un olmo que sigue en pie. Y seguirá en pie mientras no renunciemos a una iglesia misionera, mientras sigamos apostando por los pobres y vulnerables, mientras hagamos nuestra, desde el corazón y desde el compromiso, esa bendita tierra de misión que nos ha acogido en tantos países de América y África”.
Eskauriatza propone un sencillo ejercicio para mañana: “Recordar. Es decir, pasar las personas, las vivencias y los hechos misioneros por nuestro corazón agradecido`, para que sea ese corazón nuestro como una inmensa pantalla on-line en la que nos podamos ver todos. ‘De corazón a corazón´. Y os propongo también un doble gesto: por una parte, encender este primero de mayo una vela en recuerdo de los fallecidos de nuestra gran familia misionera, y, por otra, cantar el «Gure ondoan Jauna» de Juanjo Elezkano al bendecir la mesa en la hora de la comida”.