Los responsables de “Música para salvar vidas” les educan como si fueran sus propios hijos, detectando talentos y ayudándoles a construirse un futuro en su país. Les acogen en una casa donde se les da un trato muy personal, ayuda y cariño. Todos están escolarizados y cursan estudios de primaria, segundaria y superiores; “cuando llegan a la edad adulta les ayudamos a salir adelante”. Algunos en el mundo profesional de la música, algunos encontrando trabajo en distintas profesiones, enfermería, tecnología, contabilidad, etc., otros a crearse un negocio propio (internet café, puesto de pollo y salchichas, restaurante, taller de mecánica, etc.) y mantienen la ayuda hasta que funcionen por sí solos.
Como parte integrante del proyecto, ayudan de forma puntual, fuera del orfanato, a varias pequeñas comunidades o grupos de personas, para que puedan sobrevivir en su entorno, así como escolarizando a 10 niños de la pequeña comunidad de Nansana. “Y esas ayudas externas se hacen a través de nuestros chicos, pues están relacionadas de alguna manera con familiares de algunos de ellos o bien están situadas en el entorno en el que vivían anteriormente, por lo tanto, esa ayuda es a la vez formación para ellos”.
La música y la danza juegan un papel muy importante dentro del proyecto. Por una parte, el carácter terapéutico de la música y la danza les ayuda a compensar las consecuencias de la falta de cariño y atención de tantos años y, por otra, es la mayor fuente de financiación del proyecto. A nivel financiero funcionan con la ayuda de 75 socios y padrinos (esto representa actualmente aproximadamente la cuarta parte de la suma que necesitan para todos los gastos del proyecto) y con conciertos y actuaciones artísticas de los cuatro grupos que han formado musicalmente: UGANDA NATUMAYINI, ABA TAANO, AF NDANZA o KAWÁ. Estas actuaciones, como la de mañana en San Felicísimo, cubren el resto de las necesidades del orfanato y de todas las actividades humanitarias que se desarrollan alrededor del orfanato en Uganda.