Bokazinoen aldeko Munduko Otoitz Egunean eta Sorterriko Bokazinoen Egunean ospatu zan diakonogintza. Gotzainak honan emon eutsan hasiera homiliari: “La respuesta generosa de Manuel nos recuerda a aquellos primeros discípulos que predicaban la palabra a tiempo y destiempo y asumían las dificultades con ánimo y alegría. Hoy celebramos cómo Dios sigue llamando a hombres y mujeres”.
Gotzainak dianono-zerbitzua ze alderditan garatzen dan azaldu eban: hitzaren diakonia, liturgiaren diakonia eta maitasunaren diakonia. Segurak adierazo ebanez, ministerioak duintasuna ez ezik erantzukizuna dakartso jasoten dauanari eta diakonotza ez da “un sacerdocio de segunda categoría, sino un ministerio en toda regla “que supone entender la vida con una particular disponibilidad y convicción para servir a la comunidad cristiana y, a través de ella, a mundo”.
Ordenatutako gainerako zerbitzariakaz alderatuz, ministerio honek dauan berezitasuna be aitatu eban: “une en su persona dos sacramentos que se enriquecen mutuamente: el Matrimonio y el Orden”.
Gotzainaren esanetan, ezkontza-maitasuna, ondo bizi ezkero, etenbako emotearen eskola da: “Las dinámicas familiares son ese primer altar donde se aprende a servir, a escuchar, a perdonar. Esa experiencia matrimonial otorga a los diáconos casados de una sabiduría peculiar: conocen desde dentro el lenguaje del amor humano, los desafíos de la familia, las preocupaciones cotidianas de quienes comparten vida y techo”.
Manuelek misinoen arloan egingo dauan lana be aitatu eban: “Manuel trabajará por la Misión, aquí en Bizkaia, pero tiene también la responsabilidad de animar la conciencia misionera universal, la que hizo que el evangelio llegara a Latinoamérica, para que Latinoamérica pueda ahora enriquecernos a nosotros. Por eso, el nuevo diácono fomentará as experiencias y vocaciones misioneras, promoverá la cooperación entre Iglesias y suscitará el compromiso ante las enormes desigualdades globales”.
Esker ona
Manuelek, eleizkizunaren amaieran, esker ona adierazo eutsen “a tantas y tantas personas que de una forma u otra han aportado su grano de arena para que esté hoy aquí recibiendo esta ordenación diaconal”:
“Desde el presente miro atrás. Tan atrás que me remonto al instante de mi nacimiento. Hoy en Cuba, como en buena parte de América Latina, se celebra el día de la madre. Permítanme que mis primeras palabras y mis primeros pensamientos vayan dirigidos a mi madre, Martha de la Caridad. Fue en mi pequeño y humilde hogar donde, sin hablarse explícitamente de Dios, experimenté el amor incondicional, el que se entrega hasta límites insospechados. El más sincero y radical descentramiento del yo. La más absoluta entrega. Si hoy puedo dar y transmitir amor; es precisamente porque primeramente lo recibí a raudales.
En una ocasión un entrañable amigo jesuita me preguntó en Santiago de Cuba en qué colegio católico había estudiado. En ninguno, le respondí. Lo que soy y cómo soy es fruto de la educación recibida en mi hogar. Complementada con magníficos maestros, sobre todo en la enseñanza primaria.
No mencionaré nombres. No es lo más importante hacer una lista, que siempre corre el peligro del olvido involuntario. Cada uno y cada una de esas personas saben a quienes me estoy refiriendo. Todas tienen un lugar en mi corazón. En Cuba, en los momentos más duros estuvieron a mi lado y el de mi familia. Y desde que llegué acá, hace cerca de 17 años, se han ido sumando amigos y amigas sinceras. Mi mejor homenaje y gratitud es dejar que lo haga quien consideró la amistad sincera un valor insuperable, José Martí: “Tiene el leopardo un abrigo en su monte seco y pardo. Yo tengo más que el leopardo, porque tengo un buen amigo”.
Gracias, hermanas y hermanos de la querida comunidad Acción Solidaria. Me acogieron, sostuvieron e impulsaron. Fue precisamente en un momento del retiro Desierto, donde emergió por primera vez la llamada al diaconado permanente. No olvidemos nunca esa máxima que nos anima: “Ser más, valer más, hacer más bien”.
Amigas y amigos, el querido papa Francisco puso en el centro del ideario cristiano frases programáticas, que ojalá no se conviertan en tópicos, vaciadas de contenido: “Iglesia en salida”; “pastor con olor a oveja”; “hospital de campaña”; “periferias existenciales”. La invitación constante a traer la periferia al centro. Mi vida ha sido un poco eso. Vengo de la periferia. Cuando hablo de la pobreza, del pobre, del excluido, del perseguido, no lo hago desde la teoría; sino desde la vivencia más íntima. Nuestro querido Patxi Loidi nos insistía en ver siempre la realidad en relieve. Los lugares que dan verdad, diría Ellacuría. Yo ya cargaba con esas realidades y con esas verdades.
Gracias, querida comunidad de San Luis Beltrán, digna representante del pueblo de Dios en la diócesis de Bizkaia. Aquí llegamos, nos incorporamos y nos acogieron. Hoy tenemos el desafío de seguir dando la bienvenida e integrar a hermanos y hermanas que en silencio llegan y se sientan en esos bancos. Debemos agudizar la mirada para que no nos pasen inadvertidos.
Al coro, que nos ha acompañado con sus maravillosas voces, gracias. “Aquel que canta alabanzas, no sólo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no sólo canta, sino que también ama a quien le canta” (San Agustín).
Hermanos diáconos, gracias por su testimonio. Humildes servidores del reino de Dios. Capaces de integrar vida familiar, laboral, personal y ministerial. Son ustedes mi nueva familia. A la cual me sumo con lo que soy y lo que tengo. De acuerdo con fuentes vaticanas, los diáconos permanentes constituyen el grupo de clérigos de más rápido crecimiento, con un 2,6 %. El Vaticano II nos impele a interpretar lo signos de los tiempos.
Gracias Adis, Manuel y Leonardo. Cuántos momentos, cuántas experiencias. Gracias, con mayúsculas. No hay palabras. Sin ustedes, nada de esto hubiera sido posible.
A nuestro obispo, D. Joseba Segura, gracias. Aquí estoy, para servir.
Finalmente o primeramente, gracias Dios mío y Señor mío, Padre y Madre, gracias mi hermano Jesús. Porque a través o por medio de todas esas personas, hijas e hijos, hermanas y hermanos, el Espíritu ha estado acompañándome y sosteniéndome cuando por mis propias fuerzas no podía ni andar por la vida.
“En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.
Y sí, amigas y amigos, “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo”. (Eclesiastés 3, 1). Pues en Dios vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17,28). Muchas gracias”.