Narciso Abasolo era una persona «buena, ordenada y elegante». Se le reconocía fácilmente, siempre ataviado con su característica corbata. La última etapa de su vida la ha compartido con otros sacerdotes en el Hogar Sacerdotal de Venerables de Bilbao. Cuando llegó, «era muy activo. Incluso le gustaba ocuparse del jardín y de la residencia», detalla Andoni Gerrikaetxebarria, miembro del Secretariado para el Ministerio Ordenado. A pesar de que, últimamente estaba limitado «sobrellevaba en paz su situación».
Los que estuvieron cerca le describen como una persona «cuidadosa en los detalles» y «considerada con los trabajadores».
Apostando por la juventud
Así lo constatan también desde la Unidad Pastoral de Galdakao. El presbítero Néstor Aras, quien acompañó a la comunidad, señala que no coincidieron, pero dejó huella. «La feligresía decía que trabajó mucho para que la parroquia quedara bien. Buscó y encontró dinero para su construcción». Aras añade que «era muy querido en el barrio de Bengoetxe y le recordaban por su generosidad y sus esfuerzos para ayudar a encontrar trabajo a los más jóvenes«. Esta era, precisamente, una de las facetas que le ocupaban más tiempo: la pastoral juvenil. «Agradezco a Dios sus muchos años de vida y ministerio sacerdotal y, cómo no, su dedicación a la parroquia de Bengoetxe«, remata Néstor.
Director Espiritual del Seminario Menor
El doctor Jacinto Bátiz fue una de las personas a las que dejó huella Narciso. «Siendo seminarista-dice- , me ayudó a construir mi mundo interior y a querer a la Virgen María, a la que a mis 74 años sigo queriendo y rezando cada día. Fue un sacerdote que me dejó huella espiritual«, confiesa el Director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios.
En1964, seis misioneros partieron a Brasil, entre ellos estaba Narciso Abasolo. Le acompañaron Mariano Gandarias, Santiago Lumbreras, José María Orive, Luis Unzueta y Juan Zumalde. Allí estuvo durante ocho años.
Goian Bego Narciso!