Con motivo del coronavirus, Muriel no puede entrar en la cárcel. Está con los `chicos´ en locutorios y habla con ellos a través de una mampara y un telefonillo. “Allí escucho sus historias, sus quejas, sus sueños…Rezamos, reímos y consolamos”, dice. Cuentan historias de vida reales, aunque a veces parezcan películas. Testimonios duros, pero Jorge se siente “un privilegiado” por estar y escucharles. Explica que en ese pequeño y frío espacio “Dios se hace presente” por medio de Armando. En cuanto ve a Jorge se percata que tiene un día de esos de `bajón´, Le pregunta qué le pasa y le ofrece su receta de esperanza en medio de aquéllas cuatro paredes. Le cuenta cómo gestiona la incertidumbre de su “oscuro futuro”. Quiere cambiar hábitos que le hacían daño, le comparte que se está dando cuenta de que hay personas que se preocupan por él. “Personas que le llaman y le escriben, personas que le reconocen y le perdonan”. Le habla de la importancia de saber perdonar y practica el agradecimiento. “No te canses de dar gracias, también a Dios”, le dice mientras le anima con un ¡Adelante Jorge!
El responsable de Pastoral Penitenciaria finaliza su relato que ha compartido para la web de la parroquia de Nuestra Señora de los Reyes y San Fernando de Bilbao, explicando que esa visita a la cárcel le mostró de nuevo por qué está la Iglesia de Bizkaia con los últimos de los últimos.